A los alimentos llamados “light”, “cero” o “diet” se les reducen las grasas y el azúcar al grado que no la contengan o sustituirla por edulcorantes artificiales, como el aspartame, la sacarina, la sucralosa o naturales, como la muy popular Stevia, que endulzan bebidas, cereales y postres con la promesa de no aportar ni una sola caloría. La propaganda de los edulcorantes los dan a conocer, sobre todo a quienes sufren obesidad y diabetes, como eficaces para la prevención y la normalización de los niveles de glucosa en la sangre.
Pero entonces ¿qué es un producto light?
A ciencia cierta nadie lo sabe, las definiciones varían y las interpretaciones todavía más. En principio se exige que el producto tenga una reducción del 30% de sus grasas o azúcares o bien de su valor calórico total. Esto puede constituir en cada caso una enorme diferencia que muchas veces no se indica en los productos light y que las industrias aprovechan al máximo: un producto light no siempre tiene que ver con cero calorías, una asociación que muchas personas tienden a hacer.
En el caso de los refrescos llamados light, el consumidor puede mostrarse satisfecho. No hay engaño, las bebidas cumplen exactamente la función que la gente espera de ellas: aportan muy pocas calorías. Mientras que 250 ml de refresco convencional contiene 105 kilocalorías, el light tiene de 0.5 a 3.5 kilocalorías. Sin embargo, esas proezas tienen un precio que todavía no se logra cuantificar con precisión: cuanto menos calorías posean los refrescos light, más aditivos químicos contienen, entre ellos los edulcorantes artificiales.
¿Menos calorías, más peso? Sí, sí es posible.
Los edulcorantes artificiales suelen tener un dulzor muchísimo más elevado que la propia glucosa, en algunos casos, como el de los utilizados en refrescos ligth de hasta 200 veces. Un estudio del Instituto Nacional de Salud de USA demostró después de analizar varios edulcorantes (aspartamo, sacarina…) que la intensidad de dulzor que aportan hace que los receptores del gusto se vuelvan hipersensibles y producen una sobreestimulación en el cerebro, lo que hace que se alteren los mecanismos de autocontrol, por lo que el cerebro envía estímulos erróneos para que el consumo de estos productos sea mas habitual.
No todos los productos que llevan estos edulcorantes son productos sin calorías, por lo que aumentaríamos el consumo y por lo tanto nos encontraríamos con un aumento de peso debido a un exceso de calorías por las consecuencias derivadas del consumo de estos aditivos. Otro estudio de la Universidad de Sydney, demostró que esos edulcorantes provocan una aparición de hambre mucho mas temprana, por la mencionada alteración de las órdenes que envía el cerebro. Se calculó que personas que toman habitualmente estos productos, aumentan hasta un 30% el consumo de calorías.
Estos resultados nos hacen ver como no son alimentos indicados en dietas de adelgazamiento, puesto que no nos ayudarán a llevar mejor las pautas marcadas, puesto que alteran la normalidad de la actividad cerebral y nos incitan a consumir más y más calorías, en muchos casos totalmente innecesarias. Ya que nuestro cerebro y nuestras papilas gustativas reclamarán alimentos dulces, por lo que caeremos en alimentos ricos en azucares añadidos y azúcar blanco.
Un saludo.
Sara Suárez
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